En la Edad Media, algunas bodas duraban hasta tres o cuatro días de
festejos, música y vino. Algunos pensaríamos que, menuda gozada, cuatro días
enteros bebiendo como si no hubiese mañana, o mejor dicho, sabiendo que mañana
haré lo mismo que hoy... Pero pensándolo bien, el otro día tuve una pedida
de mano (ojo al término),
de la que aún me sigo reponiendo. Como bien habréis supuesto, la pedida, suele
ir seguida (salvo fuga de alguna de las partes) de una boda a los pocos meses.
De echo, las pedidas en sí mismas están, en mi humilde opinión cargadas de
sentido simbólico más que de otra cosa. Para un invitado ordinario solo varían
ciertos pequeños detalles en comparación con una boda;
-
La ausencia de
Vals
-
un poco menos
de gente
-
una “recena”
menor o inexistente
-
El echo de que
los novios sigan siendo novios y no marido y mujer.
Por lo que parece ser un balance bastante positivo siempre y cuando no
falten los detalles claves que no pueden faltar en ninguna boda y/o pedida,
como podrían ser ; el camarero de aquella adorada barra que al principio de la
noche es un encantador desconocido y al final puede ser tu mejor amigo o tu
peor enemigo, la prima desconocida cuya procedencia nadie conoce que además
suele ser hermana del primero con la corbata a modo de cinta del pelo o el
típico tío que se cree mas joven que aquellos de su edad y fuerza hasta la hora
que le echan por quedarse dormido en una silla (en cuyo caso suele ser mi
padre). Es decir que lo esencial de la boda esta ahí, pero además ofrece el
consuelo de que si la pedida fue divertida la boda lo será seguramente, ¡más y mejor!
Pero si les escribo esto, no es para contarles todos los detalles de dicha
pedida (Dios me libre), sino para comprender como tanto evento familiar y tanta
unión entre personas conocidas de por vida, me ha hecho reflexionar sobre una
cosa, y esa es el nuevo Juego del Orgullo entre hombres y mujeres del mundo en
el que vivimos y esta causando tanto mal a todos aquellos que creemos en el
clasicismo de la seducción.
Últimamente he estado leyendo muchos posts e historias sobre chicos que
dicen como les gustan las mujeres y chicas que dicen como tienen que ser los
hombres para ellas. Yo tengo mi propia teoría, y tengo claro que esperé
demasiado para nacer, estoy casi seguro que dos siglos antes lo hubiese tenido
mucho mas fácil.
He denotado que a partir de cierta edad, a las niñas ya no se les conquista
con algún detalle romántico, algún papelito en clase o el envío de alguno amigo
cual paloma mensajera. Eso les hacia reír, y hoy les parece empalagoso y les
llama la atención pero con el efecto inverso y derivando en dos posibles
opciones; marcarte una cruz de por vida como el “tío pesado”, lo que entre
nosotros no es tan grave (hay más peces en el rio), o estar condenado a la
llamada “Friendzone” de la que pocos consiguieron salir. El Gran Gabriel García Márquez decía “ La peor forma de extrañar a alguien es estar
sentado a su lado y saber que nunca, lo podrás tener ”, lo que me parece la
forma más elegante de describir esa zona al otro lado del abismo.
Por muy alucinante y perverso que parezca, cuanto menos la escuches y menos
caso le hagas, a más conclusiones complicadas, retorcidas y surrealistas
llegará ella sola o acompañada de cinco como ella; cuanto más complejas e
incomprensibles sean esas conclusiones mayor lío tendrá en la cabeza, y esa es ¡NUESTRA
ZONA DE CONFORT!, en la que NOSOTROS y NUESTRO orgullo controlamos la
situación. La verdad, es que a mí eso se me da fatal pero empiezo a aprender
del más grande. El maestro James Dean, nos enseña como no hacer caso sin caer
en la bordería desagradable que tan
poco triunfa.
Pero no os creáis que esto es fácil, ellas lo hacen muy bien e igual que
caen en nuestra zona de confort, nosotros, y podemos reconocerlo todos, también
nos “comemos el tarro”. Es cierto que no nos exponemos tanto, y cuando nos pasa no nos
reunimos en conclave durante 5 días para hablar de ello. Somos más practicos y
lo arreglamos directamente. Donde esté es buen partido de Champions con Heineken en
mano... y a poder ser en calzoncillos. Pero si ella sabe hacerlo bien, es
buena en este juego y lo hará muy bien hasta destrozarnos la última neurona que
quede viva y no esté pensando en ella. Me atrevería incluso a decir, que ellas
son mejores. Ellas saben donde te duele, y si en ese día no estáis bien, hará
lo posible para que os encontréis por “pura casualidad” pero ella siempre, bien
acompañada, aunque sea algún lacayo de su “Friendzone”. Y es que ellas son así,
y por eso nos gustan, y lo sabemos.
Lo que me molesta y llevo años preguntándome es, ¿ porque a las niñas
buenas les gustan los chicos malos? ¿Porque ya no basta con acompañarlas a su
casa, o porque el invitar a un copa mano a mano (no porqué sí) es de
“pagafantas”? ¿Por qué no les gusta que seamos caballeros? ¿Que fue de los
paseos por el parque soñando con París? ¿Qué fue de aquella canción que era, “nuestra
canción”, o del disfrutar de una buena cena aunque hubiese velas iluminando aquel
restaurante perdido por las calles del centro?¿Que fue del siglo XX, y del XIX…? Desde luego, Audrey sabía lo que era aquello.
Por favor, no caigamos en eso, no dejemos escapar la magia del cortejo, nos
dejemos nunca de tirar los trastos, de meter fichas a diestro y siniestro, no
dejemos nunca de “seducir para lograr” Guy
de Maupassant en Bel-ami.
Vividor Empedernido & Cia.
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