jueves, 20 de marzo de 2014

El Juego del Orgullo


En la Edad Media, algunas bodas duraban hasta tres o cuatro días de festejos, música y vino. Algunos pensaríamos que, menuda gozada, cuatro días enteros bebiendo como si no hubiese mañana, o mejor dicho, sabiendo que mañana haré lo mismo que hoy... Pero pensándolo bien, el otro día tuve una pedida de mano (ojo al término), de la que aún me sigo reponiendo. Como bien habréis supuesto, la pedida, suele ir seguida (salvo fuga de alguna de las partes) de una boda a los pocos meses.


De echo, las pedidas en sí mismas están, en mi humilde opinión cargadas de sentido simbólico más que de otra cosa. Para un invitado ordinario solo varían ciertos pequeños detalles en comparación con una boda;
-       La ausencia de Vals
-       un poco menos de gente
-       una “recena” menor o inexistente
-       El echo de que los novios sigan siendo novios y no marido y mujer.

Por lo que parece ser un balance bastante positivo siempre y cuando no falten los detalles claves que no pueden faltar en ninguna boda y/o pedida, como podrían ser ; el camarero de aquella adorada barra que al principio de la noche es un encantador desconocido y al final puede ser tu mejor amigo o tu peor enemigo, la prima desconocida cuya procedencia nadie conoce que además suele ser hermana del primero con la corbata a modo de cinta del pelo o el típico tío que se cree mas joven que aquellos de su edad y fuerza hasta la hora que le echan por quedarse dormido en una silla (en cuyo caso suele ser mi padre). Es decir que lo esencial de la boda esta ahí, pero además ofrece el consuelo de que si la pedida fue divertida la boda lo será seguramente, ¡más y mejor!

Pero si les escribo esto, no es para contarles todos los detalles de dicha pedida (Dios me libre), sino para comprender como tanto evento familiar y tanta unión entre personas conocidas de por vida, me ha hecho reflexionar sobre una cosa, y esa es el nuevo Juego del Orgullo entre hombres y mujeres del mundo en el que vivimos y esta causando tanto mal a todos aquellos que creemos en el clasicismo de la seducción.

Últimamente he estado leyendo muchos posts e historias sobre chicos que dicen como les gustan las mujeres y chicas que dicen como tienen que ser los hombres para ellas. Yo tengo mi propia teoría, y tengo claro que esperé demasiado para nacer, estoy casi seguro que dos siglos antes lo hubiese tenido mucho mas fácil.  

He denotado que a partir de cierta edad, a las niñas ya no se les conquista con algún detalle romántico, algún papelito en clase o el envío de alguno amigo cual paloma mensajera. Eso les hacia reír, y hoy les parece empalagoso y les llama la atención pero con el efecto inverso y derivando en dos posibles opciones; marcarte una cruz de por vida como el “tío pesado”, lo que entre nosotros no es tan grave (hay más peces en el rio), o estar condenado a la llamada “Friendzone” de la que pocos consiguieron salir.  El Gran Gabriel García Márquez decía “ La peor forma de extrañar a alguien es estar sentado a su lado y saber que nunca, lo podrás tener ”, lo que me parece la forma más elegante de describir esa zona al otro lado del abismo.

Por muy alucinante y perverso que parezca, cuanto menos la escuches y menos caso le hagas, a más conclusiones complicadas, retorcidas y surrealistas llegará ella sola o acompañada de cinco como ella; cuanto más complejas e incomprensibles sean esas conclusiones mayor lío tendrá en la cabeza, y esa es ¡NUESTRA ZONA DE CONFORT!, en la que NOSOTROS y NUESTRO orgullo controlamos la situación. La verdad, es que a mí eso se me da fatal pero empiezo a aprender del más grande. El maestro James Dean, nos enseña como no hacer caso sin caer en la bordería desagradable que tan poco triunfa.

     Pero no os creáis que esto es fácil, ellas lo hacen muy bien e igual que caen en nuestra zona de confort, nosotros, y podemos reconocerlo todos, también nos “comemos el tarro”. Es cierto que no nos exponemos tanto, y cuando nos pasa no nos reunimos en conclave durante 5 días para hablar de ello. Somos más practicos y lo arreglamos directamente. Donde esté es buen partido de Champions con Heineken en mano... y a poder ser en calzoncillos. Pero si ella sabe hacerlo bien, es buena en este juego y lo hará muy bien hasta destrozarnos la última neurona que quede viva y no esté pensando en ella. Me atrevería incluso a decir, que ellas son mejores. Ellas saben donde te duele, y si en ese día no estáis bien, hará lo posible para que os encontréis por “pura casualidad” pero ella siempre, bien acompañada, aunque sea algún lacayo de su “Friendzone”. Y es que ellas son así, y por eso nos gustan, y lo sabemos.


Lo que me molesta y llevo años preguntándome es, ¿ porque a las niñas buenas les gustan los chicos malos? ¿Porque ya no basta con acompañarlas a su casa, o porque el invitar a un copa mano a mano (no porqué sí) es de “pagafantas”? ¿Por qué no les gusta que seamos caballeros? ¿Que fue de los paseos por el parque soñando con París? ¿Qué fue de aquella canción que era, “nuestra canción”, o del disfrutar de una buena cena aunque hubiese velas iluminando aquel restaurante perdido por las calles del centro?¿Que fue del siglo XX, y del XIX…? Desde luego, Audrey sabía lo que era aquello.

           
Por favor, no caigamos en eso, no dejemos escapar la magia del cortejo, nos dejemos nunca de tirar los trastos, de meter fichas a diestro y siniestro, no dejemos nunca de “seducir para lograr” Guy de Maupassant en Bel-ami.


Vividor Empedernido & Cia. 

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